Cada día al despertarte por la mañana tienes una rutina, un qué hacer que te ayuda a cumplir con tus objetivos diarios. ¿Te has parado a pensar si te gusta esa rutina? ¿Encuentro motivación en ella o simplemente lo hago por costumbre? Respondernos a esa pregunta puede cambiar la manera en la que vivimos. Hay días que llegamos a casa después del trabajo, instituto, colegio, universidad y nos sentimos cansados, puede que ello nos impida ver si somos felices con esa rutina que hemos creado. Pregúntate qué te hace reír, vibrar, tener ganas de levantarte de la cama cada mañana o simplemente qué es lo que te gusta.
Skinner, uno de los padres de la psicología conductista, definió la motivación como aquellos estímulos que mueven a una persona a realizar determinadas acciones y persistir en ellas para lograr las metas propuestas. Encontramos dos tipos de motivación: la motivación externa y la motivación interna.
La primera, son aquellos estímulos provenientes del exterior, como otras personas o situaciones, lo que nos impulsa a mantener una conducta para conseguir nuestro objetivo. Un ejemplo de ello sería: voy a trabajar cada día porque necesito conseguir dinero o voy a trabajar porque es lo que se espera de mí. En este ejemplo no vemos nada que implique lo que motiva internamente a la persona a seguir en ese trabajo. Por otra parte, la motivación interna sí hace alusión a lo que mueve a la persona por dentro, y ésta es la única motivación que hace permanecer una costumbre en el tiempo, a largo plazo. Un ejemplo de motivación interna sería: voy a trabajar porque me gusta cómo me siento con mis compañeros o voy a trabajar porque me hace feliz mi labor.
Encuentra qué es aquello que te motiva cada día, deberíamos hacernos esa pregunta cada mañana.
Pilar Manero
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