La valentía de tomar la responsabilidad de nuestra vida.
La valentía de hacernos cargo.
Uno de los mayores problemas que veo en terapia es el miedo al avance; el no saber qué decisión tomar o hacia dónde ir.
Observo una gran desconexión en las personas de sí mismas; no hay sentido de la brújula interna o nunca se ha reconocido. Esa brújula que te va guiando en el camino cuando, aparentemente, no hay luz (o mejor dicho, no vemos nada).
No creo que se deba ver la responsabilidad como una losa en la espalda o como un crucifijo de culpa por las opciones perdidas o las consecuencias obtenidas.
Me parece que, bien conceptualizada, es una palabra hermosa que nos recuerda el valor.
Puede que te preguntes: ¿el valor? ¿pero qué tiene que ver el valor aquí?
El valor, referido a los principios éticos, valores internos y coherencia con nuestros preceptos. El valor de lo que es importante para nosotr@s desde un enfoque muy profundo y personal.
La responsabilidad, para mí, es la coherencia del acto de poner nuestros principios éticos, nuestros valores, lo que nos inspira, en acción. Si lo hacemos cada vez más conscientemente, veremos como nuestros instintos nos llevan hacia ciertas direcciones, y desde ahí, nos resulta más fácil ver la responsabilidad en ello.
Si en ese trabajo por darnos cuenta, añadimos la coherencia de nuestros principios y valores, lo que nos hace sentir bien y acorde con nuestro interior, esa toma de responsabilidad se vuelve ligera.
Se vuelve fortalecedora porque va bajo mi mandato interno, ya no la vivo como impuesta.(Cuando algo se nos impone y no va acorde, hablaríamos de los límites, pero eso lo dejamos para otro post).
Si vemos la responsabilidad como un conjunto de decisiones que he tomado sin conciencia o de forma servil, o aceptando lo externo sin valorar todas las opciones, entonces sí, la responsabilidad se vuelve un peso duro de cargar.
Pero nunca olvidemos que en todo acto, compromiso y decisión que aceptamos, tenemos siempre posibilidades. Nos aferramos a la justificación de tomar tal o cual decisión porque creemos que hemos visto todo el abanico de posibilidades y nos hemos visto abocados a tomar cierta responsabilidad.
Yo no creo que todo se limite a eso, creo que se limita a nuestra capacidad para valorar todas las opciones disponibles y tomar o no, esa responsabilidad bajo enfoques nuevos.
Todo, al final, es una cuestión de enfoque. De hecho, para mí la terapia, es una cuestión de enfoque. Es el lugar dónde juegas a probarte diferentes gafas y ver qué colores te gustan más a través de ellas. Como en la fotografía, juegas con los aspectos, le das intensidad, suavizas la imagen, le das zoom para ver de cerca o lo alejas para tomar perspectiva. Siempre y cuando, no se pongan filtros, la realidad empieza a verse bajo cientos de matices que nos abren todo un mundo de posibilidades.
Luego sólo necesitamos una buena conexión con nuestra brújula interna, que lejos de ser racional, es pura víscera corporal, es emoción sin pensar, es un sentimiento puro que no duele y que nos lleva al movimiento.
Tomar decisiones radica en la coherencia entre nuestra brújula, nuestro sentimiento y nuestros valores. La mente racional, creada y diseñada para ayudarnos a movernos en un entorno a veces hostil, muchas veces nos inmoviliza, si le hacemos demasiado caso.
Busca tu coherencia, ponla acorde con tu sensación corporal, y luego deja que todo confluya.
Pilar Manero Tornil
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